La Edad de Oro del cine japonés
Cine
La Edad de Oro del cine japonés
La Segunda Guerra mundial y la bomba atómica convierten al Japón imperial en una pila de escombros, muerte y dolor. Y sobre esa pila de devastación material y moral, así como de humillación, el pueblo japonés debe levantarse: tiene que reconstruir no sólo su hogar sino también su identidad.
El cine, que como todo arte no puede abstraerse de su época, viene de una etapa más bien pasatista y elogiosa (casi propagandística) de esa cultura imperial que ha llevado al imperio no a la grandeza y a la gloria sino a provocar y a recibir infinidad de miseria y dolor. Y ahora entonces el cine se vuelve reflexivo.
Los grandes cineastas de esta nueva era no son una generación nueva, sino que son cineastas ya experimentados que abrazan estos nuevos ideales. Asumen el arte como compromiso: el arte puede convertirse en un medio importante para la reparación y para iniciar una nueva era.
Para reconstruir es fundamental la introspección, reafirmar el espíritu, volver a la raíces. Hay que encontrar el nuevo rumbo.
Frente a un país que debe renacer, estos cineastas no asumen el papel de víctimas sino que hablan, reflexionan, critican los errores del pasado, esos errores que han provocado tanto horror y vergüenza. Para encontrar nuevamente el camino, es necesario comprender cuándo uno empezó a alejarse del camino.
La primera película de esta Edad de Oro del cine japonés, Rashomon (Akira Kurosawa, 1950), es justamente una metáfora sobre la destrucción, también una reflexión sobre la imposibilidad de una única versión de la historia, y un decidido optimismo por el ser humano: el tan pobre como humilde leñador se compromete a cuidar y criar en el seno de su humilde familia al niño recién nacido y abandonado a su suerte (un símbolo que, como todo símbolo bien elegido, no necesita ser explicado).
Llega un punto donde la verdad es muchas verdades, donde se puede ser o no ser la víctima, pero hay que salir adelante, construir algo mejor que lo anterior, ser mejores que lo anterior.
O tenemos, también de Kurosawa, Los siete samuráis, donde los humildes campesinos y los samuráis nobles de espíritu se unen para pelear contra los bandidos.
Hay un pueblo lleno de valores nobles, de humanidad, un pueblo trabajador, de gran capacidad de sacrificio y de buenas intenciones. Por eso mismo, para construir un nuevo destino, primero hay que preguntarse: ¿cómo se llegó a desvirtuar todo?
Es muy interesante el hecho de encontrarnos muchas veces ante personajes duales (“dual” es algo o alguien que reúne 2 características opuestas): no sabemos si son buenos o malos, villanos o héroes. Pero lo que es seguro, o queda bien claro, es que siempre está la esperanza y la posibilidad de ser mejores.
Imagen: escena final de Rashomon (Akira Kurosawa, 1950), en la que el leñador nos devuelve la fe en la humanidad al proponerse para cuidar y criar en su humilde familia al bebé abandonado a su suerte.
Películas representativas:
Rashomon (Akira Kurosawa, 1950)
Vivir (Akira Kurosawa, 1952)
Cuentos de Tokio (Yasujirō Ozu, 1953)
Los siete samuráis (Akira Kurosawa, 1954)
El intendente Sansho (Kenji Mizoguchi, 1954)
Yojimbo (Akira Kurosawa, 1961)
Harakiri (Masaki Kobayashi, 1962)
Nubes dispersas (Mikio Naruse, 1967)
Te recomendamos algunos links:
La Edad de Oro de Hollywood (cine clásico de Hollywood).
Georges Méliès y la magia del cine.
Slapstick comedy (la comedia física).
Recuerda que también puedes encontrar más material utilizando el buscador de la página.
2 comentarios
Sicard · 17 septiembre, 2022 a las 11:51 am
Muchas gracias por abrirnos puertas y poder aprender mas del cine gratuitamente
Silvia Pusso · 4 junio, 2025 a las 5:44 pm
Siempre presentan artículos muy interesantes!! No puedo colaborar,en este momento. Pero ni bien pueda lo haré .gracias por ser una luz en el camino