José de Ribera
Cuadros fundamentales para entender la historia de la Pintura
El patizambo (1642). José de Ribera
Óleo sobre tela. 194 cm x 64 cm
Museo del Louvre
Valenciano de nacimiento, José de Ribera parte a Italia aún siendo adolescente y desarrolla toda su carrera allí. De ahí su apodo Lo Spagnoletto (el españolito, por su origen y su corta estatura).
Luego de formarse asimilando el barroco en Milán, Parma y Roma, termina asentándose en Nápoles. Facinado por el tenebrismo de Caravaggio, se convierte en uno de sus grandes discípulos, uno de los mejores entre tantos caravaggistas del barroco español ¿Español? Sí: a pesar de trabajar toda su vida en Italia, Ribera será considerado un representante del Siglo de Oro español. Tengamos en cuenta que el reino de Nápoles en esa época se ha convertido en virreinato de la corona española.
Ribera y Caravaggio serán los principales exponentes de la primera etapa de la llamada escuela napolitana, en el primer tercio del siglo XVII.
Decir que Ribera es gran discípulo de Caravaggio es hablar de una pintura naturalista, donde se muestran las cosas “al natural” (sin idealización), y donde también se impone el tenebrismo, ese contraste violento y dramático de luz y sombra. Un dramatismo que Ribera combina y potencia con lo que podríamos denominar “realismo español”, un costumbrismo de profunda crudeza.
Luego de esa etapa en la que combina caravaggismo con realismo español, en la década del treinta deja de lado el tenebrismo y va más hacia un realismo con luminosidad, más español todavía, en el que vemos además influencias del veneciano Tiziano, o de Annibale Carracci, Guido Reni, Van Dyck.
Observemos la luminosidad de esta obra: es de un realismo conmovedor, pero ya no es tétrica sino brillante y con un colorido muy de la escuela veneciana. El paisaje podría “confundirse” con un paisaje pintado por Tiziano.
El barroco español tiene entre uno de sus temas favoritos los personajes desdichados, miserables, marginales, pero justamente no en tono dramático sino viviendo la vida con una sonrisa y con cierto aire de dignidad.
Este patizambo nos hace recordar a los bufones y personajes de la corte que pinta Velázquez unos años antes, sus famosas “sabandijas”. Y a la vez será de enorme influencia para los chicos de Murillo, esas obras que vendrán unas décadas después, con escenas costumbristas de niños pobres, harapientos, pero que brillan por su inocencia, su dulzura y la alegría de vivir.
Ribera, de manera maestra, nos conmueve más con una sonrisa que con mil lágrimas.
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Elementos de la pintura de la escuela veneciana.
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