Vigée Lebrun
Pintoras Maravillosas.
Marie-Louise-Élisabeth Vigée-Lebrun (1755-1842).
Autorretrato (1790).
Vigée-Lebrun es la pintora más reconocida de la historia de la pintura en uno de uno de los géneros más importantes: el retrato.
Hija de un retratista, admiradora de los maestros Rubens, Rembrandt y Van Dyck, Élisabeth es tan talentosa que ya a los 15 años es muy solicitada (aunque pinta sin licencia porque no está afiliada a ninguna Academia, algo que no es sencillo de lograr, y mucho menos para una mujer) y con sus ingresos mantiene a su madre y a su hermano.
Época de matrimonios arreglados, su madre le consigue un provechoso partido al “casarla” con Jean-Baptiste-Pierre Lebrun, hombre rico que en realidad no lo es tanto, y mucho más jugador empedernido que lo anterior, así que se suma a la lista de los mantenidos por los retratos de la jovencita.
El conocimiento de su talento llega pronto a la corte y entonces María Antonieta la invita a retratarla. Termina pintando con el tiempo unos 25 cuadros de la reina, convirtiéndose en pintora favorita de la corte y una especie de documentalista del modo de vida de la clase social que está próxima a perder la cabeza en la guillotina.
Su estilo es suave, amable, elegante, sofisticado, decididamente rococó. La “vida” que poseen sus retratos y por lo que es tan admirada, se debe a que ella está convencida de que tiene que buscar algo más allá de la apariencia física, transmitir en los detalles el espíritu de la persona, no se trata sólo de perfección técnica.
En este autorretrato maravilloso, Vigée Lebrun se pinta a sí misma como se siente y no como se ve (en la realidad tiene muchos más años de los que aquí representa).
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