Honoré Daumier
Obras fundamentales.
Gargantúa (1831). Honoré Daumier.
Litografía. 21,4 cm x 30,5 cm
Biblioteca Nacional de París.
En la historia de la pintura hay un movimiento llamado realismo, que ubicamos en la segunda mitad del siglo XIX. Es un movimiento que se opone la idealización con la que el romanticismo trata los temas, y muestra entonces la realidad de manera cruda. Una realidad que es poco equitativa, que es injusta, que es brutal con gran parte de la población.
Es un momento en que el arte empieza “a ponerse al servicio del hombre” (como diría Courbet, el iniciador del movimiento). El arte asume un compromiso social. Intenta cambiar la realidad, denunciándola.
En ese movimiento, una de las figuras importantes es el pintor y dibujante Honoré Daumier. Y lo interesante es que, ya desde unas décadas antes, este artista está escandalizando con sus caricaturas satíricas con las que hace crítica social y denuncia la corrupción del gobierno y de la justicia de turno.
Una caricatura es un dibujo exagerado, que resalta groseramente determinadas características de definen a una persona o una sociedad, y que se utiliza mucho como herramienta para la sátira: una ridiculización para hacer crítica social con cierto tono humorístico.
A partir de los años 20 del siglo XIX, Daumier se empieza a volver famoso por sus escandalosas litografías. Está influenciado evidentemente por Goya (la serie de Caprichos, por ejemplo), pero no se queda sólo en la crítica con humor agudo de los comportamientos de la sociedad, sino que hace sátira política. Se enfrenta al poder gobernante.
Esta litografía, de 1831, si bien muestra al gigante Gargantúa, está parodiando en realidad al rey Luis Felipe de Orleans, opulento y ávido de lujo, que devora insaciable los impuestos de su pueblo hambreado.
Acusado de incitar al odio e incitar al menosprecio del gobierno del rey, por esta caricatura Daumier termina recibiendo una fuerte multa y se hace acreedor de una temporada de 6 meses en prisión.
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