Laurel y Hardy
Cine
El humor de Laurel y Hardy (El Gordo y el Flaco)
En 1926, Hal Roach, uno de los productores más exitosos del cine mudo, se entusiasma con una intuición de Leo McCarey, uno de los genios del humor de la historia del cine (en ese momento trabaja como supervisor de la producción cómica de su compañía): la del enorme potencial que tendría juntar en un mismo set al inglés Stan Laurel y al norteamericano Oliver Hardy. Y así nace el dúo de comediantes más destacado de la historia del cine.
Es la era del humor físico, el llamado “slapstick”. Es el humor de las películas mudas donde todo es gestual y todo debe exagerarse ya que debe entenderse sin las palabras. Es un humor simple, visceral, donde gran parte de su efectividad se debe a la violencia (caídas, tortazos en la cara, golpes, cosas que se rompen) y al absurdo de un dolor físico que no se condice con esa violencia. No tiene tiene demasiada sofisticación, tiene poca o casi ninguna intelectualización.
Es el humor de la carcajada más que de la sonrisa. Es el que nos hace reír como si fuéramos chicos.
Pocos años después del nacimiento del dúo, llega el cine sonoro. Y si bien hay muchos artistas de aquella época que no pueden adaptarse a los cambios, la carrera de Laurel y Hardy sigue igual de exitosa. Eso demuestra que, ante el cambio de época, tienen el talento necesario para no perder en el camino ni una pizca de genialidad.
Ellos no utilizan la palabra (como los Hermanos Marx, por ejemplo) para sumar otro tipo de humor al humor físico, para sumar el humor verbal. Ellos la utilizan apenas para reforzar las situaciones donde termina desatándose el humor físico. Su humor permanece simple, elemental, primitivo. Y probablemente sea la simpleza, lo esencial de su comicidad, lo que los hace mantenerse y agigantarse en el tiempo
Laurel y Hardy son torpes y parecen tontos, pero no son tontos: son inocentes, son como niños grandes. Es más: Oliver Hardy parece un enorme bebé.
Quien piensa los gags, el creativo, es el Flaco. Sin embargo, en la ficción, es el Gordo el más inteligente de los dos. O al menos es quien asume el papel de inteligente, quien parece estar al mando. Pero lo gracioso es que en realidad no tiene mucho de inteligente, no tiene nada de eso, y sus “geniales” ideas, certezas o soluciones suelen tan delirantes como catastróficas. Por lo general, la torpeza del Flaco hace que el destinatario de la desgracia, quien la sufra en carne propia, sea el Gordo.
Gran parte del éxito de todo dúo (sea en el ámbito del humor o en cualquier otro) es el contrapunto. El choque y complemento de opuestos. Y Laurel y Hardy son una suma de contrapuntos exquisita: inglés y norteamericano; gordo y flaco; uno torpe e ingenuo y el otro “inteligente”; uno que intenta mantener la dignidad ante el desatre y el otro que llora ridículamente ante el menor inconveniente.
Más allá de su talento para el humor físico, tienen un proceso creativo que constituye la clave de su éxito: consiste fundamentalmente en tomar un tema, incluso con el que ya se han hecho chistes una y otra vez, y abordarlo de múltiples maneras diferentes y obtener de esa situación todos los gags posibles. A eso lo llamaban “ordeñar” una situación. Un ejemplo es The Music Box (1932), considerado como uno de sus cortos más emblemáticos y ganador del Oscar en su categoría, donde el dúo se pasa todo el film (casi 30 minutos) tratando de subir un piano a una casa.
En más de cien películas entre cortometrajes y largometrajes, entre el cine mudo y el sonoro, utilizan tanta creatividad y “ordeñan” tantas situaciones para obtener de ellas hasta el último chiste, que muchos piensan en voz baja lo que dice en voz alta uno de los cómicos más creativos y exitosos nuestra época, Ricky Gervais: “Todo empezó y terminó con Laurel y Hardy. Ellos hicieron todo lo que se podía hacer”.
Hay que destacar uno de sus recursos más utilizados y más divertidos: su rutina del “tit-for-tat”, que se puede traducir por “toma y daca” y consiste en el intercambio recíproco, en la represalia equivalente, el pagar con la misma moneda, el “ojo por ojo”. ¿En qué consiste? En algún momento de la trama, se ganan un oponente, un enemigo, y uno de los integrantes del dúo destroza una pertenencia de ese oponente ante la mirada sosegada, tranquila, de éste. El enemigo entonces toma la iniciativa y pasa a destrozar un objeto de Laurel o Hardy, ante la mirada sosegada de éstos. Entonces llega el turno del dúo, y rompen algo del otro y así sucesivamente, con un “crescendo” del desastre. Lo genial es que el destrozo se realiza mientras el oponente observa sin actuar, sin tratar de detener la situación, sin defenderse. Es como que espera el destrozo para encarar entonces un destrozo aún mayor. Una fórmula infalible de violencia y absurdo.
La gran genialidad de Laurel y Hardy, en conclusión, es la simpleza y la exploración de todas las posibilidades de las cosas simples. La prueba de que eso funciona es que el tortazo en la cara lleva un siglo haciéndonos reír.
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