El hombre del yelmo de oro.
Historias detrás de las obras de arte.
El hombre del yelmo de oro (h. 1650). Atribuido históricamente a Rembrandt, aunque se ha descubierto que en verdad lo pintó uno de sus discípulos.
La historia es la historia de lo que no fue.
Es que si bien este cuadro fue uno de los más célebres e incluso de los “más representativos” cuadros de Rembrandt (observemos simplemente la fuerza del claroscuro, del reflejo de la luz), resultó que en realidad no había sido pintado por Rembrandt.
Recién en 1985, un experto determinó que no es de la autoría de uno de los pintores más admirados de todos los tiempos. Sin embargo, también determinó que no es una falsificación: se trata de un original pintado por alguien del círculo del maestro.
Si acaso habláramos de valor material, estaríamos en lo cierto si pensamos que su valor se derrumbó. Y si no hablamos de valor material, ¿vale lo mismo para cada uno de nosotros a la hora de apreciarlo?
Lo primero que todos pensamos es que deberíamos apreciarlo del mismo modo que antes. Es una obra magnífica. Su belleza es la misma, su brillo es el mismo.
Sin embargo, para enriquecernos, provoquémonos pensando lo contrario:
El arte no es sólo belleza. Es la visión de un artista, es la vida de un artista.
El artista es el paradigma (lo que se considera como el “gran ejemplo”) del ser humano sensible, que vive con intensidad su vida aún en medio de un mundo absurdo, doloroso, injusto, lleno de privaciones.
El artista es el héroe individual, que lucha a cada momento por encontrar la belleza de la vida, un sentido, el que la vida valga la pena en un mundo disparatado.
Por eso amamos a los artistas.
Por eso un cuadro que es bellísimo no nos llega tanto como el artista que hay detrás. Cuando estamos frente a una obra, muchas veces admiramos más la genialidad del artista, su genio creativo, su capacidad para ver belleza, más que la belleza de la obra en sí misma.
No es lo mismo un cuadro perfecto, que uno no tan perfecto pero pintado por un artista que ha revolucionado el mundo del arte con su sensibilidad.
Para vivir, necesitamos alimentar nuestra “visión poética”. Por eso “nos llegan más los artistas que sus obras”.
Esta es una verdad cuya contrapartida también es una verdad. Por eso, todo aquel que opine lo contrario, que una obra de arte no debería valer por su firma sino por sí misma, que esta obra debería valer más que la mayoría de los Rembrandts, también tendrá razón.
En este caso, podemos decir que este cuadro del discípulo es mejor que cualquier otro de su maestro. O que el discípulo ejecutó mejor que Rembrandt la sensibilidad de Rembrandt (y entonces, admiramos esta obra pero a quien seguimos amando es a Rembrandt, porque amamos la sensibilidad y no la técnica).
Y eso es lo maravilloso del arte: el contraste, las emociones encontradas, la contradicción, la incertidumbre, las múltiples bellezas, y también las múltiples verdades.
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Un artículo de Fuerza creativa sobre las contradicciones de la originalidad.
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6 comentarios
Mario Raimundo Caimacán · 1 agosto, 2025 a las 2:03 am
El Hombre del Yelmo de Oro es una pintura que debe ser contemplada con detalle, sin prisa y sin prejuicios para lograr descubrir lo evidente y después, para entenderla, debemos intentar conocer a Rembrandt y su tiempo, la sociedad en la que vivió y el país que vivió, el mundo de Rembrandt, para arrancarle lo que simboliza, para entender su significado, porque Rembrandt quizás no lo pintó aunque sí escogió el tema, escogió el modelo y señaló lo que ésta pintura quería que expresara, y por esto es una obra espiritual de Rembrandt. Cualquier discípulo solo fue un instrumento de ejecución, quien cumplió una tarea quizás equivalente a un exámen final para graduarse de retratista en el Taller o Escuela de Rembrandt, pero El Hombre del Casco Dorado es fruto del ojo, de la imaginación, del intelecto, del pensamiento, de la sensibilidad, de la sapiencia, de la visión, del espíritu, del alma de Rembrandt.
Rosalba P · 9 julio, 2025 a las 9:17 pm
Mario Raimundo Caimacán es un desconocido polimata, marino mercante jubilado, un erudito de vocación renacentista que publicó (y prepara nuevas publicaciones) sobre Homero, Cervantes, Quevedo, Fray Juan de Ortega, Góngora, Francisco Delicado, Joanot Martorell, Lope de Vega, Calderón de la Barca y otros grandes literatos españoles de los Siglos de Oro, quienes influyeron poderosamente en el Modernismo Anglosajón. Caimacán sostiene que la crítica literaria anglocéntrica, simbolizada en el prejuiciado Harold Bloom, es simplista, errada, reduccionista y disparatada al tratar de desconocer que los Siglos de Oro de la Literatura Española ejerció y ejerce influencias determinantes en las modernas literaturas de los otros países europeos.
Oswaldo Montaño. · 3 marzo, 2025 a las 2:24 pm
Tengo un cuadro de esos en mi casa!! Tiene años en nuestra Familia, pasando de generacion en generacion
Alonso mejia · 7 febrero, 2023 a las 1:23 am
Hace años paseando en un pueblito muy cerca de la CDMX encontré un óleo muy antiguo lo compré y aún lo conservo y es una copia de esta obra de Rembrandt . Muy bien logrado y muy antiguo es una pena que no pueda subir una foto y que me pudieran dar su punto de vista. Gracias
Rosalba P · 9 julio, 2025 a las 9:05 pm
Mario Raimundo Caimacán tiene una tesis propia sobre la famosa pintura del Círculo de Rembrandt y así como sostiene que el autor del Lazarillo de Tormes fue el fraile jerónimo Juan de Ortega, protegido del Emperador Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico y I de España, El Rayo de la Guerra, cree que es hora de renombrar la famosa pintura barroca y regresarle su nombre original, que dejará atónito a muchos historiadores del Arte.
Ismae · 25 marzo, 2022 a las 8:03 pm
Muy interesante