Henri Manguin.
Cuadros fundamentales para entender la historia de la Pintura.
El reposo de la modelo (1905). Henri Manguin.
Óleo sobre tela. 80,7 cm x 65,7 cm.
Museo Thyssen-Bornemisza. Madrid, España.
Henri Manguin no es uno de los fauves que se nos vienen a la mente cuando hablamos de fauvismo. No es muy mencionado. No es muy recordado.
Sin embargo, tiene mucho que ver con ese movimiento en que los franceses se alejan de la representación realista, utilizando colores puros en contrastes chocantes, provocativos, furiosos.
Entre los fauves, Manguin es tal vez el que busca más armonía en el colorido y más planificación de la composición. Es el menos instintivo, tal vez, el menos espontáneo. No obstante, ya sea que pinte sensuales modelos, bodegones (naturalezas muertas), o paisajes del Mediterráneo, siempre estará transmitiendo con su colorido una intensa alegría de vivir. Tal es así que se lo considera “el pintor de la vida feliz”.
Y aquí hay un punto importante como para entender un tema que parece difícil: ¿hay alguna diferencia entre los fauves franceses y los expresionistas alemanes? Todos ellos utilizan el color como herramienta expresiva, pero si hay una diferencia, la vamos a notar sutilmente en el carácter de la obra, en el tono, la actitud. Esto podemos relacionarlo con el imaginario que tenemos de las características de esos pueblos: los franceses harán estallar el color en una búsqueda más estética, y para expresar, de sus emociones, la alegría de vivir. Los alemanes, en cambio, más románticos en el sentido “dramático” del término, expresarán todas sus emociones, incluyendo la angustia existencial, el dolor, el desencanto.
Un dato curioso es que en el mismísimo jardín de Manguin, donde arma un estudio que frecuentan futuros grandes artistas, es donde podríamos decir que se “gesta el fauvismo”.
La modelo de la obra elegida descansa luego de una sesión. Una sesión de la época en la que se en ese estudio pintan juntos Matisse, Marquet y Manguin. Durante dos años estos amigos trabajan juntos, explorando y desarrollando un nuevo lenguaje.
Estamos en 1905, muy próximos al Salón de Otoño, la muestra que marcará un hito en la historia de la pintura, y donde a ellos los calificarán como “fieras”, como pintores salvajes.
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